A la sencilla pregunta acerca de ¿qué es el medio ambiente? podemos responder directamente con otra cuestión más explícita: ¿es una realidad científica, un tema de agitación social, un motivo de terror colectivo, un recurso de esparcimiento, o una esfera de especulación económica y la disertación filosófica contemporánea?
Efectivamente, el medio ambiente es una amalgama de cada uno de los aspectos enumerados:
– Es una realidad científica: Es una cuestión insoslayable de la civilización actual. Nuestra capacidad de los entornos se ha multiplicado a una velocidad impensable. Hoy, más que nunca, la ciencia tiene en sus manos el poder de destrucción más atroz que podamos imaginar, pero también alberga las soluciones más prometedoras a la mayor parte de los conflictos ambientales. Que movemos la balanza de un lugar hacia el otro, depende tanto de nosotros, ciudadanos de a pie, como de nuestros científicos y la capacidad de respuesta de nuestros gobernantes a los problemas que nos aquejan
– Es un tema de agitación social: En un espacio de denuncia y protesta por intereses encontrados. Por primera vez en la civilización, los motivos de protesta no son razones de interés personal, o exclusivamente humanas, sino denuncias que afectan también a los elementos, ciclos y demás seres que habitan en el planeta.
– Es un motivo de terror colectivo: La vivencia personalizada de catástrofes ambientales en nuestros entornos cercanos ha sacado a la luz nuevamente aquella vieja frase de Hobbes “el hombre es un lobo para el hombre” y un ogro devorador del propio entorno que le rodea.
– Es un recurso de esparcimiento: Nada mejor para demostrar nuestra condición biológica que forma parte de un entorno vital más amplio que ese afán de la relación con la naturaleza. En paralelo, granjas-escuela, aulas de naturaleza y centros de ecología representan el delirio lúdico de unas generaciones que nacen y crecen en las urbes.
– Es una esfera de la especulación económica: La moda ecológica ha llegado a nuestras vidas, animada por el ingenio de modernos empresarios y astutas multinacionales que nos ofrecen a la carta desde productos para alargar eternamente la vida a ropas más ecológicas, eco-viajes en cuatro por cuatro y deportes de eco-aventura.
– Es un motivo de disertación filosófica contemporánea: Nada más cercano a la filosofía actual que lo ecológico como ámbito de crítica social, bioética o estética. Si vivieran Kant o Wittgestein, sin lugar a dudas se animarían a disertar sobre o escribir algún “Tratado de la razón ecológica, la ética y estética ambiental”
El debate, la moda, las preocupaciones sobre el medio ambiente, no sólo han salpicado al mundo de la publicidad (con los detergentes bio-degradables, los ambientadores verdes, los diversos insecticidas-aerosoles sin clorofluorurocarburos, o la sofisticadísima dietética natural); también han alcanzado al mundo del automóvil (“el coche verde del año”, la gasolina verde); de la política (Izquierda Unida-Los verdes, Partido Verde, Verdes ecologistas); de la higiene (especialmente el ámbito de la cosmética natural y la higiene doméstica).
Tampoco se escapa la alimentación (alimentos biológicos, integrales, con bio y eco-vitaminas); del deporte (deportes de bajo impacto ambiental); la filatelia (se han editado ya varios motivos específicos sobre medio ambiente, además de las clásicas colecciones con motivos de la naturaleza); de la música (Paul Winter, el saxofonista que acompaña sus melodías con las voces de las ballenas, delfines y focas; Sting o Saunders se han convertido en los míticos símbolos musicales de la protección de la selva tropical (!); el famoso grupo Danza Invisible con sus alegorías a la naturaleza muerta; o la popular canción “contamíname”; el cine (Derzú Usalá, Bailando con Lobos, Marea Negra, El día después de mañana, El abuelo); y hasta los dibujos animados (Caillou, etc)
Los ‘mass media’ también aportan (prensa verde y secciones específicas dedicadas sistemáticamente a la ecología en periódicos, revistas, radio y televisión). “La obsesión ecológica constituye de hecho una epidemia de tal gravedad que el 20% de los anuncios aluden ya a la naturaleza o a sus castos tributos medicinales” Tanto han cambiado las cosas que hasta la caperucita roja de antaño acaba hoy enamorándose de un activista ecológico y la cenicienta se costea sus pequeños vicios con lo que saca de reciclar el cartón y el papel de la casa de su madrastra.
La vida en la gran ciudad, los hábitos de consumo, el humo y los ruidos, los estados psicofisiológicos de estrés y ansiedad del ser humano, las actividades de ocio y tiempo libre, las manifestaciones del fenómeno educativo fuera de la escuela; todo absolutamente todo lo humano tiene su orden de continuidad en lo ambiental y lo ecológico. Hasta tal punto que, en muchos casos, se llega a posiciones simplistas y maniqueas (bueno-malo) del fenómeno ambiental y que hacen oscilar el péndulo hacia uno u otro lugar según las posiciones y los intereses: “los buenos invocan la cruzada para el mejoramiento y el saneamiento del medio ambiente, frente a los malos que hacen lo contrario” y para arrastrar a las masas a su cruzada divulgan mitos terroríficos e ideas catastróficas…
Con sus pro y sus contras, el consumo ecológico está servido en la sociedad consumista, una sociedad manejada por astutos depredadores capaces de hipotecar cualquier ideal sensato de mejora y progreso colectivo para descuartizarlo a las puertas de un ideal pragmático de consumo cotidiano.